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sábado, 4 de octubre de 2014

EL NOMBRADOR DE LA LUNA


Yo soy el nombrador
de los secretos de la luna nueva.
Su manso resplandor
los ojos claros lleva
y un sueño impostergable los eleva.

Estuvo junto a mí
quien sabe desde cuando desvelada...
en voces que aprendí
de la noche callada
y en muertes que sellaron la jornada.

La busqué muchas veces
por el breve intervalo del hastío
poblado de reveses,
de lágrima y de frío.
Esfera recortada por el río.

Cada palabra mía.
Cada eslabón minúsculo de cielo
y de melancolía
le sirven de consuelo.
Su cara se dibuja en mi pañuelo.

Tal vez le vio la noche
su intacta palidez su desatino.
Tal vez sin un reproche
contemple su camino
toda vez que va en busca del destino.

Mi niñez no la olvida
en un viejo cuaderno amarillento.
Su reflejo en mi vida
y en la noche su aliento.
Había entre los dos un sentimiento.

Mi endeble soledad
vagaba en un barquito de papel
y aquí la tempestad
burlábase de él.
La luna estaba allí lejana y fiel.

Yo soy el nombrador
quien celebra la mítica presencia
de su luz de su amor.
Nombrar su transparencia,
alivia porque sí su vaga ausencia.

Al fin ha de quedarse
definitiva en mi luna mujer.
Y en mí ha de encontrarse
acaso sin querer
cuando estos ojos la supieron ver.

Que nos mire la estrella.
La primera que surge en el ocaso
y advierta nuestra huella.
Ella luna de raso,
volviendo a medianoche de mi brazo.


Marcelo Manuel Oviedo

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