Cuando mi alma se apena
en las tardes del invierno,
me despiertan con su risa
estos niños de mi pueblo...
A las clases del apoyo
los chicos traen su tiempo,
las tareas de la escuela,
sus historias y sus juegos...
Matemáticas y lengua,
las letritas de
primero,
los problemas y las ciencias,
las preguntas de algún cuento...
Es dar tiempo con paciencia
junto al conocimiento,
servirlos con alegría
a mis hermanos pequeños...
Se va pasando la tarde…
¡De pronto llega un momento
que aparecen con su magia,
bandadas de cocineros!…
Se adueñan de la cocina
como si fuera un recreo
y entre todos la merienda
preparamos con esmero...
"¡Yo traigo el pan!" "¡Pongo el dulce!"
"¡Yo cuido la leche, seño!"
"¡Y yo pongo el chocolate!"
"¡Las tazas hay que sirviendo!"...
La mesa está preparada
y afuera quedó el invierno...
Las bandejas con los panes...
¡Hay una fiesta acá adentro!...
Nos sentamos todos juntos,
todos nos vamos sirviendo
y entre chiste y comentario,
un lazo nos va naciendo…
(Y hay tiempos de confidencias,
de al pasar algún secreto...
Tienen los chicos un alma
que ríe entre sufrimientos...)
Jugar a las escondidas:
“¡Piedra libre a la seño!"
Carcajadas... “¡Ay, no vale!..."
"Te toca, canté primero!..."
Se fue la tarde volando
y nos recrea por dentro
la gracia que compartimos
en este rincón del pueblo...
Llegó la hora de irse:
"Hasta mañana, nos vemos!"
Sonrisas con "aujeritos"
y el sol en sus ojos buenos...
Entre el dulzor y el cansancio,
una luz que brilla dentro,
cuando regreso a mi casa
en las tardes del invierno...
Rosa Dávalos