Rompe tus sequedades, ese corazón petrificado por
rencores
y viejas
angustias, agrieta esa soledad oprimente
con las
diminutas gotas de agua de vida que hay en ti
desde que
Dios te creó en las entrañas de tu madre.
Expande tus hojas y estira tu confianza en Dios.
Él está
presente en cada minuto de tu existir,
cuando
lloras y cuando ríes, cuando te enfermas y gozas de salud.
Vence el
escepticismo amordazante.
Planta tus raíces en el corazón de quienes amas,
de tu
familia y amigos a quien recurrirás tarde o temprano,
entra en
ellos con las imperceptibles raicillas de la alegría,
del perdón,
compartiendo las pequeñas cosas y momentos.
Así serás
fuerte e invencible.
Florece desde dentro para dar fruto, pero primero
disponte
a recibir a
los demás con buenas maneras, con respeto,
con
palabras amables, con una sonrisa creíble.
Tus flores
son los frutos del mañana.
Jesús está vivo. El grano de trigo caído en tierra ha
germinado.
A ti y a mí
nos llama a resurgir con él de todo lo que nos trae la muerte
en los
sentimientos, pensamientos y acciones.
P. Fernando
Teseyra, ssp