Todas las mañanas,
al despertarme
y elevar las plegarias,
comienzan los ritos
para preparar el Mate.
Sin embargo, es de rigor
de inmediato señalar,
que existe una confusión
que es preciso aclarar,
y es que el Mate amargo
en realidad no es tal.
Se le llama Mate amargo,
sólo para diferenciarlo,
del Mate dulce con azúcar.
Pues, en los cálidos besos
a la bombilla, al degustar,
el Mate llamado amargo,
no sabe a amargura,
ni siquiera al comenzar
con la primera cebadura.
Es que en su amargura,
realmente hay un dejo,
que esencialmente,
más bien sabe a dulzura.
Sumemos, que a la par,
brinda toda su energía
de manera cabal,
para alimentar la vida.
Sus múltiples atributos,
propiedades y bondades,
están siempre presentes,
y en cualquier edad.
Es excelente antioxidante
para subir las defensas;
un energizante natural,
y además se le suman
muchas virtudes más...
Sólo es preciso agregar,
que favorece el diálogo,
sea en grupo de amigos
como en rueda familiar.
Y por su eterna lealtad,
escolta con gallardía,
¡día tras día,
nuestro largo caminar!
Y es justo por esto,
que el Mate amargo,
con su esbelta figura,
cual caballero de honor,
seguirá hasta el final,
y con exigua amargura,
brindando siempre gratis,
y de manera cabal,
su cálido y plácido sabor.
Hno. Santiago E.
Kloster, ssp