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sábado, 25 de octubre de 2014


(De los Misterios luminosos)

 Realmente, debo sentirme un elegido al pertenecer a una familia de borricos que siempre acompaño al Señor.
Mientras se van desgranando las cuentas del Rosario también le ha tocado el turno, por divina iluminación, a la vida pública de Jesús. Quizás por eso el Santo Padre los llamo luminosos.
        Y así, llego con orgullo al rio Jordán, transportando a Jesús y desde su orilla puedo observar, y desde mi corazón, apreciar la maravilla de su bautismo, pues es el primer misterio. En humilde actitud lo recibe de su primo Juan el Bautista.
        Escuchar la voz del Padre y observar sobre la cabeza de Jesús el Espíritu  en forma de paloma, hermosa y real presencia de la Trinidad, y después transportar de regreso a ese Jesús Dios Hombre que me hizo sentir el más feliz de los burros y el más liviano de los mortales, como si esa paz me permitiera volar, a mí que tengo mis cuatro patas bien pegadas a la tierra pero dejo esto y me encuentro con el segundo misterio: Las Bodas de Cana.
        ¿Qué podía hacer un burro en una boda? Pues solo transportar a María hasta aquel lugar para que llegara descansada a celebrar con los novios. Mi lugar no estaba en la reunión pero si junto a un heno que hizo mis delicias y me permitió desde allí agudizar mis orejas (u oídos) para escuchar que María le decía a su Hijo que se les había acabado el vino y presintiendo como buena mamá lo que haría El, les dijo a los sirvientes: “Hagan lo que os diga” y así el mejor vino tuvo para el final por intervención de Jesús.
      Yo escuche todo esto, sin probar la bebida por supuesto, pero con el corazón alegre de ver la felicidad de los demás.
     Tercer misterio: Anuncio del Reino
     En todos los caminos que recorrimos con Jesús pude ver cuanta gente lo seguía y se iluminaban sus rostros al escucharlo y arrepentirse de sus pecados. Hoy veo que hay hombres que no recorren tantas distancias y sin embargo, les cuesta acercarse a Jesús y pedir su perdón. Yo también como buen burro que soy muchas veces me empaco y me cuesta reconocer que estoy equivocado. ¿será que en eso y en otras cosas nos parecemos a los hombres?
    Cuarto misterio: La transfiguración
     Imagínense que subir un monte a paso de burro no es cosa de todos los días. Tampoco lo fue lo que ocurrió en el Monte Tabor y mis ojos pudieron apreciar: “La gloria de la Divinidad resplandeciendo en el rostro de Cristo” y los que estaban con El, extasiados y perplejos, sin poder moverse de ese lugar y yo, no tan ajeno espectador de tamaños hechos, sentí que esa luz llegaba hasta mí, preparándome para seguir viviendo otros sucesos importantes.
     Quinto misterio: La institución de la Eucaristía.
      Apoyado a la entrada donde se reunía Jesús con sus apóstoles, ajeno a la particular ceremonia en la que Él se quedaría para siempre con ellos, como signo de su inmenso Amor, yo solo sentí el golpetear acelerado de mi corazón que me decía que yo tampoco iba a quedar abandonado, porque su inmenso Amor alcanzaba también a los animales.


                                                                        Mariel Florentino de Martty. 

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