(De los Misterios luminosos)
Realmente, debo sentirme un elegido al
pertenecer a una familia de borricos que siempre acompaño al Señor.
Mientras se van desgranando las cuentas del Rosario también
le ha tocado el turno, por divina iluminación, a la vida pública de Jesús.
Quizás por eso el Santo Padre los llamo luminosos.
Y así, llego
con orgullo al rio Jordán, transportando a Jesús y desde su orilla puedo
observar, y desde mi corazón, apreciar la maravilla de su bautismo, pues es el
primer misterio. En humilde actitud lo recibe de su primo Juan el Bautista.
Escuchar la
voz del Padre y observar sobre la cabeza de Jesús el Espíritu en forma de paloma, hermosa y real presencia
de la Trinidad, y después transportar de regreso a ese Jesús Dios Hombre que me
hizo sentir el más feliz de los burros y el más liviano de los mortales, como
si esa paz me permitiera volar, a mí que tengo mis cuatro patas bien pegadas a
la tierra pero dejo esto y me encuentro con el segundo misterio: Las Bodas de
Cana.
¿Qué podía
hacer un burro en una boda? Pues solo transportar a María hasta aquel lugar
para que llegara descansada a celebrar con los novios. Mi lugar no estaba en la
reunión pero si junto a un heno que hizo mis delicias y me permitió desde allí
agudizar mis orejas (u oídos) para escuchar que María le decía a su Hijo que se
les había acabado el vino y presintiendo como buena mamá lo que haría El, les
dijo a los sirvientes: “Hagan lo que os diga” y así el mejor vino tuvo para el
final por intervención de Jesús.
Yo escuche todo
esto, sin probar la bebida por supuesto, pero con el corazón alegre de ver la
felicidad de los demás.
Tercer misterio:
Anuncio del Reino
En todos los
caminos que recorrimos con Jesús pude ver cuanta gente lo seguía y se
iluminaban sus rostros al escucharlo y arrepentirse de sus pecados. Hoy veo que
hay hombres que no recorren tantas distancias y sin embargo, les cuesta
acercarse a Jesús y pedir su perdón. Yo también como buen burro que soy muchas
veces me empaco y me cuesta reconocer que estoy equivocado. ¿será que en eso y
en otras cosas nos parecemos a los hombres?
Cuarto misterio:
La transfiguración
Imagínense que
subir un monte a paso de burro no es cosa de todos los días. Tampoco lo fue lo
que ocurrió en el Monte Tabor y mis ojos pudieron apreciar: “La gloria de la
Divinidad resplandeciendo en el rostro de Cristo” y los que estaban con El,
extasiados y perplejos, sin poder moverse de ese lugar y yo, no tan ajeno espectador
de tamaños hechos, sentí que esa luz llegaba hasta mí, preparándome para seguir
viviendo otros sucesos importantes.
Quinto misterio:
La institución de la Eucaristía.
Apoyado a la
entrada donde se reunía Jesús con sus apóstoles, ajeno a la particular
ceremonia en la que Él se quedaría para siempre con ellos, como signo de su
inmenso Amor, yo solo sentí el golpetear acelerado de mi corazón que me decía
que yo tampoco iba a quedar abandonado, porque su inmenso Amor alcanzaba
también a los animales.
Mariel Florentino de Martty.
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