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martes, 20 de mayo de 2014

LA ESQUINA DE CACHIMAYO Y COBO


Vamos a buscar en algún baldío los escombro de aquella vieja esquina donde estaba construida, la casa con las paredes de aquellos ladrillos, ya carcomidos y el musgo mostrando el tiempo transcurrido de ese barrio del sur de la Ciudad de Buenos Aires.-
Esa esquina donde se juntaban  las calle Cachimayo y Cobo; allí está la puerta de madera.  Cierro los ojos y todo se dibuja, nos invitaba a entrar donde habitaba Lángara, mostrando unos clavos que se querían esconder o pasar desapercibidos por el óxido. El color de la madera pintada de marrón no quería empalidecer a la vista de los ojos del tiempo, pero los colores de otras pinturas era como los viejos de la sonrisa triste quejándose cuando se habría o se cerraba.  Mostraba la pobreza, la humildad, en un barrio donde la vida no se resignaba y el ser la amaba, mientras los adoquines de la calle grises relucientes, miraban la suelas de los zapatos, zapatillas y alpargatas. Allí nos juntábamos a la tarde, yo estaba poco pues estudiaba de noche y era nuevo en el barrio. Trabajaba con  mi padre. Vivíamos en la misma cuadra, casi al final de la misma, al lado había un taller de calzado, mi padre era zapatero escarpinista, era calzado para niños y criaturas. Un trabajo artesanal que se armaba  todo al revés sobre las hormas del número 18 a 26 y del 27 al 33, se cocía a mano y se daba vuelta y se terminaba todo a mano. Pero después la tecnología lo terminaba en una máquina por el deformador, una máquina llamada Paulina. Mi padre había aprendido el oficio de un mallorquín .- EN EL BARRIO DEL PARQUE CHACABUCO HABIA MUCHOS TALLERES DE CALZADO, DONDE EL TRABAJO QUE DIGNIFICA, OCUPABA A APARARADORES, CORTADORES, DEFORMADORES, EMPAQUISTAS QUE ERAN LOS TERMINABAN EL CALZADO Y LO PONIAN EN LA CAJA PARA LAS ZAPATERIAS Y  MOSTRABAN LA DIGNIDAD DEL TRABAJO.-
Pero volvamos a la ESQUINA DE CACHIMAYO Y COBO, Pichín, Lángara, Osvaldo, El Lolo, Emilio, los tanos, Alfano, Miraglia y otros…, perdonen,  me olvidada de Juan (pingo flaco) le decían así pues siempre andaba en bicicleta e iba con ella hasta el baño.-
Quizás me olvido de alguno, donde mi memoria no pudo juntar cayéndose y haciéndose trizas, como el espejo que cae y no hay rompe cabezas para juntarlos y esas fotos se han borroneado. Allá a lo lejos.-
Al lado de la casa sobre Cobo había un kiosco del ruso Garzón,  paralelo a Cachimayo, cruzando en la esquina: el Gallego Don JUAN con una fiambrería;  esa esquina que jugaba paralela  eran diferentes a las otras dos pues al cruzar se alejaban de Cachimayo y Cobo. En esa esquina donde parábamos a su espalda recibía en sus pulmones al PARQUE CHACABUCO, era como el aroma a ocho cuadras, pues desde allí llegaba el oxígeno y la mirada de LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA.-
Cerca de  allí  le daba importancia el CINE ASAMBLEA y al lado la pizzería donde todavía escucho a la dueña pidiendo al pizero una pizza, meta y meta, una italiana que con alegría nos invitaba a entrar.-
Cuantas cosas quisiera contar pero algo me envuelve, quizás las glicinas de alguna casa me ayuda a sonreírme en este andar en las tardes con su aroma dándome fuerzas y alegría envuelta en una lágrima que quiere disimular las nostalgia.-
Esto no sé si es el prólogo o el final, después les cuento cuando vaya por aquellos puentes para cruzar Centenera cuando se inundaba.-


RUBEN SABAS GOMEZ

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