Vamos a buscar en algún baldío los escombro de aquella vieja esquina
donde estaba construida, la casa con las paredes de aquellos ladrillos, ya
carcomidos y el musgo mostrando el tiempo transcurrido de ese barrio del sur de
la Ciudad de Buenos Aires.-
Esa esquina donde se juntaban
las calle Cachimayo y Cobo; allí está la puerta de madera. Cierro los ojos y todo se dibuja, nos
invitaba a entrar donde habitaba Lángara, mostrando unos clavos que se querían
esconder o pasar desapercibidos por el óxido. El color de la madera pintada de
marrón no quería empalidecer a la vista de los ojos del tiempo, pero los
colores de otras pinturas era como los viejos de la sonrisa triste quejándose
cuando se habría o se cerraba. Mostraba
la pobreza, la humildad, en un barrio donde la vida no se resignaba y el ser la
amaba, mientras los adoquines de la calle grises relucientes, miraban la suelas
de los zapatos, zapatillas y alpargatas. Allí nos juntábamos a la tarde, yo
estaba poco pues estudiaba de noche y era nuevo en el barrio. Trabajaba
con mi padre. Vivíamos en la misma
cuadra, casi al final de la misma, al lado había un taller de calzado, mi padre
era zapatero escarpinista, era calzado para niños y criaturas. Un trabajo
artesanal que se armaba todo al revés
sobre las hormas del número 18 a 26 y del 27 al 33, se cocía a mano y se daba
vuelta y se terminaba todo a mano. Pero después la tecnología lo terminaba en
una máquina por el deformador, una máquina llamada Paulina. Mi padre había
aprendido el oficio de un mallorquín .- EN EL BARRIO DEL PARQUE CHACABUCO HABIA
MUCHOS TALLERES DE CALZADO, DONDE EL TRABAJO QUE DIGNIFICA, OCUPABA A
APARARADORES, CORTADORES, DEFORMADORES, EMPAQUISTAS QUE ERAN LOS TERMINABAN EL
CALZADO Y LO PONIAN EN LA CAJA PARA LAS ZAPATERIAS Y MOSTRABAN LA DIGNIDAD DEL TRABAJO.-
Pero volvamos a la ESQUINA DE CACHIMAYO Y COBO, Pichín, Lángara,
Osvaldo, El Lolo, Emilio, los tanos, Alfano, Miraglia y otros…, perdonen, me olvidada de Juan (pingo flaco) le decían
así pues siempre andaba en bicicleta e iba con ella hasta el baño.-
Quizás me olvido de alguno, donde mi memoria no pudo juntar cayéndose y
haciéndose trizas, como el espejo que cae y no hay rompe cabezas para juntarlos
y esas fotos se han borroneado. Allá a lo lejos.-
Al lado de la casa sobre Cobo había un kiosco del ruso Garzón, paralelo a Cachimayo, cruzando en la esquina:
el Gallego Don JUAN con una fiambrería;
esa esquina que jugaba paralela
eran diferentes a las otras dos pues al cruzar se alejaban de Cachimayo
y Cobo. En esa esquina donde parábamos a su espalda recibía en sus pulmones al
PARQUE CHACABUCO, era como el aroma a ocho cuadras, pues desde allí llegaba el
oxígeno y la mirada de LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA.-
Cerca de allí le daba importancia el CINE ASAMBLEA y al
lado la pizzería donde todavía escucho a la dueña pidiendo al pizero una pizza,
meta y meta, una italiana que con alegría nos invitaba a entrar.-
Cuantas cosas quisiera contar pero algo me envuelve, quizás las
glicinas de alguna casa me ayuda a sonreírme en este andar en las tardes con su
aroma dándome fuerzas y alegría envuelta en una lágrima que quiere disimular
las nostalgia.-
Esto no sé si es el prólogo o el final, después les cuento cuando vaya
por aquellos puentes para cruzar Centenera cuando se inundaba.-
RUBEN SABAS GOMEZ
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