Milagro

Ella estaba allí sentada, en un banco de la plaza,

pasaba una multitud, pero sola ella se hallaba,

la vi sacar un pañuelo, y llevárselo a la cara,

para secarse las lágrimas, que de sus ojos brotaban,

caminando lentamente, me acerqué, como si nada,

a su lado me senté, sin decir una palabra.

Pasaron unos instantes, hasta que ella me miró,

dije entonces, “buenas tardes”, “buenas tardes” contestó,

¿Ha visto usted el milagro, que hoy ha hecho nuestro Dios?

¿Qué milagro?, dijo ella, ¡Cómo!, ¡Es que no lo vio!

Esa flor al lado suyo, ya sus pétalos abrió,

con esa forma perfecta, y tan hermoso color;

mire con sus propios ojos, podrá apreciarla mejor,

tiene dos y son muy bellos, para algo Dios se los dio,

y después que la haya visto, si aún el milagro no halló,

ciérrelos por un momento, y escuche con atención;

esos niños que se ríen, jugando a su alrededor;

o esa calandria que canta, desde aquel árbol mayor;

usted tiene dos oídos, disfrútelos, como yo.

Como si eso fuera poco, si usted le presta atención,

al perfume que aquí llega, de los naranjos en flor,

y a la brisa que acaricia, sus mejillas con frescor,

sentir esas sensaciones !Es el milagro de hoy!

Luego quedamos callados, un minuto, tal vez dos,

sus ojos ya no lloraban, y una sonrisa esbozó.

No solucioné el problema, seguro era algo menor,

mas conseguí lo importante, esa joven comprendió,

que su vida es un milagro, un gran milagro de amor.

Ruben Esteves