Padre,
¿qué hago aquí?
Mi
cuerpo veo encerrado
Tras
esta roca me encuentro
¿O voy
hacia otro lado?
Hijo
mío, eres mi orgullo,
mi
amor, luz en lo oscuro.
Ve
hacia lo profundo
a
llevar luz a los justos.
Es un
sitio de tristeza
pero
en sus rostros hay gozo.
Es que
acabas de acercarlos
para
siempre ante mi rostro.
Que
duro es subsistir
sin
algo de tu presencia,
Padre
mío, aún en la cruz
no
sentía esta carencia.
Todos
los que acogieron
tus
palabras en su alma,
quizás
puedan alcanzar
ver a
todos aquí salvos.
¡Hijo
mío! Estás brillante
ya he
quitado la piedra
cual
lucero de mañana
ve ha
mostrar la vida eterna.
María
Jorgelina Robaste
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