Tu
vida Señor, un amanecer para enamorarse,
un
perfume cristalino con aroma a pétalos,
el
arrullo mensajero del silbido del viento,
el
abrigo que ama que siendo fiel se hace poeta.
Trovador
sublime de un amor de sueños,
que
entre lo intrépido y lo que sorprende,
nos
unges en tus brazos inmensos,
para
sutilmente acurrucarnos en ellos.
Que
con la Resurrección y tú gloria anudas,
a esta
humanidad sorda y sedienta,
anunciándote
para penetrar en lo recóndito,
y así
saciar con tu dulzura lo pequeño.
Nos
enseñas a amar como en el primer día,
entre
el aire puro que huele a la Pascua,
presentándote
como dueño de un frágil retoño,
para
ser el Dios enamorado de su pueblo.
Hoy tu
voz se nos regala en el alma,
como
tu presencia que renueva la vida,
trasmitiendo
fuego que se hace palabra,
para
donarla fecunda y suavemente tierna…
Ana María Capalbo
No hay comentarios:
Publicar un comentario