Sí: tus zarpas vinieron de
afuera
pero adentro alojé tu
simiente,
creciendo, como una
enredadera
que se hizo con el tiempo
. . . ¡tan fuerte!
Nació de un agravio, de
una ofensa,
de esas que uno dice:”Me
las pagas”,
sin olvidarse nunca las
cuenta
para que esté siempre
preparada.
Pasado del incidente el
tiempo,
no supe del otro su
fortuna.
Si algo le llegaba del
infierno
o lo atormentaba culpa
alguna.
Mientras tanto, mi alma,
corroída,
un peso cargaba,
insoportable,
en todo momento, día a
día.
“Rencor” era su nombre
innegable.
Convencida de que en esa
cárcel
al ofensor mantenía preso
no me di cuenta: Al cerrar
con llave
¡era yo la que quedaba
dentro!
La jaula abrí, y la cruel
trepadora
arranqué de cuajo,
decidida.
¿No se arrepintió el otro?
¡No importa!
El perdón es la única
salida.
¡Necios! Creemos que es el
beneficio
del perdón, para el
arrepentido.
No es el que a nosotros ha
ofendido
sino el que perdona, el
bendecido.
Teresita de Antueno
Asi como Dios siempre nos perdona, hagamos nosotros lo mismo.
ResponderEliminarHermosa tu poesia Teresita.!!!
ETEL