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jueves, 4 de septiembre de 2014

A VECES LOS RELOJES DE LA TARDE


                                                                       “Faltan pocos minutos para ponerme triste”
                                                                                                                   Enrique Bossero

A veces los relojes de la tarde
se olvidan del crepúsculo y la sombra.
Y al olvidarse,
simplemente dejan
para el alma otro vacío.
Y en las manos de tierra que se duermen
la caricia del aire y de la rosa.

Yo sé
que falta poco.
Porque todas las puertas de las casas
se cierran al igual que las ventanas
y dan paso al misterio de la noche
que viene por la calle donde vivo
por la misma vereda.
Y a la misma hora.

El día se va yendo de las manos
como se va el amor junto a la rosa.

He prendido la luz
y guardé la ilusión para otro día.

No quiero que se ensucie y que se rompa.
No quiero que se muera en primavera
en medio del desorden de mis cosas.

Alguien
me comentó alguna vez
que siempre los domingos a la tarde;
no sé por que motivo y a qué hora
se advierte cuando llega la tristeza.
Y siente al corazón que va despacio
sin rumbo por un piso de baldosas.

A veces los relojes del ocaso
se olvidan de nosotros y del cielo.
No saben que guardamos una lágrima
en el mismo segmento de una sombra.

No saben que morimos cada tarde
así como se muere alguna rosa.


                                                                   Marcelo Manuel Oviedo.

1 comentario:

  1. estimado arcelito, hermoso poema, como todos los tuyos, enriquece a este bloig
    Isabel Puncel de Dumery


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