“Faltan pocos minutos para
ponerme triste”
Enrique Bossero
A
veces los relojes de la tarde
se
olvidan del crepúsculo y la sombra.
Y
al olvidarse,
simplemente
dejan
para
el alma otro vacío.
Y
en las manos de tierra que se duermen
la
caricia del aire y de la rosa.
Yo
sé
que
falta poco.
Porque
todas las puertas de las casas
se
cierran al igual que las ventanas
y
dan paso al misterio de la noche
que
viene por la calle donde vivo
por
la misma vereda.
Y
a la misma hora.
El
día se va yendo de las manos
como
se va el amor junto a la rosa.
He
prendido la luz
y
guardé la ilusión para otro día.
No
quiero que se ensucie y que se rompa.
No
quiero que se muera en primavera
en
medio del desorden de mis cosas.
Alguien
me
comentó alguna vez
que
siempre los domingos a la tarde;
no
sé por que motivo y a qué hora
se
advierte cuando llega la tristeza.
Y
siente al corazón que va despacio
sin
rumbo por un piso de baldosas.
A
veces los relojes del ocaso
se
olvidan de nosotros y del cielo.
No
saben que guardamos una lágrima
en
el mismo segmento de una sombra.
No
saben que morimos cada tarde
así
como se muere alguna rosa.
Marcelo
Manuel Oviedo.
estimado arcelito, hermoso poema, como todos los tuyos, enriquece a este bloig
ResponderEliminarIsabel Puncel de Dumery