Artesanos del Verso

Así como mis años van corriendo

en este oficio de escribir en versos,

más me esfuerzo y me duele como un parto

hallar los adjetivos  y los verbos

que expresen con vigor

y una brizna al menos de belleza,

las ideas y los hechos que anhelo presentar,

y el eco de mis sentimientos.

Cada día que pasa me confirma

la impresión primigenia:

ser poeta es algo que se alcanza

-no sin esfuerzo y sudor-

sólo si se lleva el duende adentro,

pero esos no crecen en el yermo.

Los demás somos apenas, si acaso,

artesanos del verso;

constructores de un decir cuidado,

elegante y prolijo.

No más, tan sólo eso.

En rigor de verdad, artista hay uno solo,

poeta, y músico, y pintor genial.

Es el Autor de la violeta y de la rosa,

Del etéreo colibrí, de la calandria,

que en su canto envuelve

todos los sueños, el sueño.

Del rumor de las olas y el murmullo del viento en los pinos sonoros;

El inventor del rocío y la nube,

el trino del jilguero y el perfume del jazmín;

Creador de polícromas montañas;

lagos azules, nieves eternas

y  humeantes cataratas;

de la veste del ave lira

y los cielos estrellados.

¡Él es el supremo artista!

Los demás… poetas, músicos, pintores

sólo somos aprendices

que soñamos imitar sus obras;

verdaderos “ Salieris” del Maestro.

Por eso quiero que el mío

sea un decir que lleve ideas y sucesos,

aunque muchas veces dichos y escuchados,

no siempre comprendidos y aceptados.

Aunque no sean tan bellos, verdaderos.

«Cuando nada cuenta el canto

acaso huelga la rima»

escribió el vate andaluz.  (*)

Por el bautismo,

el Espíritu me ungió profeta,

y me confirió el mandato y el honor

de proclamar el testimonio

de mi esperanza.

Y a veces tengo la sensación

de que está mi corazón tan lleno

de gozo y gratitud,

que si no lo abro y dejo

que vuelen y contagien,

en cualquier amanecer estallaría.

Por eso es que a pesar

de la pobre torpeza de mi canto,

con amor y con ardor sigo buscando

en las palabras viejas los sonidos nuevos

que trasmitan el mensaje:

“Hay un Dios que nos ama, es nuestro Padre.

¡Generoso Creador de lo creado!

Y un Hermano que abrió para nosotros

las puertas de su cielo,

y nos tiene un refugio  preparado

en un país donde siempre es primavera”.

Su Espíritu nos dio las alas

¡y allá quiero llegar, allá te espero!

Beberemos con Él el vino nuevo.

Con Él celebraremos el fin de esta jornada

y el inicio de la eterna.

¡Y  juntos vos y yo, gozosos la andaremos!

(*)“De mi cartera”  (Antonio Machado)

Néstor Barbarito