Jesús de Nazaret
en el Evangelio
nos ha revelado
una nueva imagen,
el Rostro de un
Dios misericordioso:
¡Que sobre todas
las cosas es Padre!
Un Padre bueno,
tierno y afectuoso,
que nos acompaña
en el camino,
por amor, sufre
nuestros límites,
y nos ayuda también a corregirlos.
Nos ama como a
hijos muy queridos,
con amor cálido,
tierno y delicado:
“Hace llover
sobre justos e injustos,
y salir el sol,
sobre buenos y malos.”
Él inhabita en
nuestro corazón:
¡Y es ahí donde
debemos buscarlo!
En el descanso y
en los trabajos,
en las tristezas
y en las alegrías;
y en los
diversos avatares de la vida.
Está en las
buenas y en las malas,
en los
amaneceres y en los ocasos.
En las luchas y
en los desánimos,
en los triunfos
y en los fracasos.
En la salud y en
la enfermedad,
el Padre siempre
nos acompaña,
si nos
abandonamos en sus brazos.
Está presente en
las tardes cálidas,
y en las
penumbras de la ignorancia.
En las primeras
luces del alba,
y en el radiante
sol de las mañanas.
En la felicidad
y en las desdichas,
en las congojas y
alegrías palmarias.
En los placeres
y en las delicias,
y en los días
felices de fiestas gratas.
De forma continua nos consuela,
con su ternura
de Padre y Madre,
y su anhelo es
estar siempre cerca.
Y al poner las
cartas sobre la mesa:
¡Sólo pide que
todos nos amemos!
Y que, con esa
fuerza del amor,
con la cual, él
mismo nos inflama:
¡Prosigamos madurando
nuestra fe,
y mantengamos
firme la esperanza!
Hno. Santiago E. Kloster, ssp
Muy bello poema !Gracias por compartirlo!
ResponderEliminarSantiago una vez mas, escribiendo bellisimo y profundo Poema, como ya nos tiene
ResponderEliminaracostumbrados a los que lo conocemos...!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ETEL
muy llegador su poema. Es una fiesta espiritual leerlo Isabel Puncel de Dumery
ResponderEliminarmuy llegador su poema. Muchas gracias por regalárnoslo
ResponderEliminarIsabel puncel de Dumery